10 egun zoragarri. Momentu horietan eskutan izandako tresna haurrekin bizitzeko eta haurrekin batera hezteko onenetakoa. Astialdia, gure heziketan beharrezkoa dena eta ohartzen ez garena. Ongi pasatzeko taldearen gogo eta ilusioa tresna ezin hobeak direla konturarazten duena. Beraiek dira udalekuaren protagonista. Haurrak izan dira udalekua aurrera eraman dutenak eta beraien jarrerak erabaki du udalekuaren norabidea.
Gustatzen zaidan mundu bateko partaide naizela sentitzeak asko betetzen nau.
Pirritx eta Porrotxek aspaldi eman ziguten lezioa eta haiengandik asko ikasi dut. Astialdiak erakutsi dit eguneroko gauza txikiak inportanteak direla, elkarrekiko harremanak ere txiki izanagatik ere handi egin behar ditugula, eta ahal baldin badugu hauek altxor bilakatu. Abenturak eta bizipenak ospatu eta bizi egin behar ditugula, betetzen goazen urtean baina inportanteagoak direlako bizitakoa, gozatutakoa eta elkarrekin batera egindako bidearen dotorezia.
Ikasi dut irribarre egiten didaten pertsonekin zoriontsu izaten eta astialdiak erakutsi dit beti dagoela arrazoiren bat bizitzari milesker emateko eta bizitzari irri egiteko.
HORREGATIK...
domingo, 24 de octubre de 2010
bizitzari mila esker...
martes, 15 de junio de 2010
Iritsi zait uda

Badut beldurra, gaizki egitearena agian. Aukera eman didatenei huts egitearena. Baina norberak du egin nahi duena nola egin nahi duen egiteko parada.
Bada liburu bat nire orain arteko udak biltzen dituena, eta espero luzaroan ere bilduko dituena, Mendiguren Xabierren "Uda betiko balitz", izan ere uda betiko balitz...
“Haurtzaroa pozaren erresuma izendatzea
Gizakien Historian edo Historiaurrean
Urrezko Aro bat izan zela sinestea bezalakoa da:
Harrezkero dena litzateke endekatze eta galera,
Okerretik okerrera igarotze ezinbesteko bat.”
lunes, 15 de marzo de 2010
Gerra guztiak ezberdinak direlako

Gerra guztiak omen dira ezberdinak, eta Jon Sistiagak horrela azaltzen digu bere liburuan.
Duela hilabete inguru irakurririko liburua den arren, zita interesgarriak zituelakoan gorde nituen honakoak, zuen gustagarri izan zitezkeelakoan. Goazen liburuaren testuinguruan kokatzera. Jon Sistiaga, urte haietan Tele5eko kazetaria zen. Irakeko gerraren berri emateko ea prest egongo zen galdetu bezain pronto, hara joatea erabaki zuen. Gerra aurretik zuzenekoak egiten zituzten, baina Aznar, Blair eta Bushek Azoreetako bileraren ostean gerra aurrera eramateko asmoa erakutsi bezain pronto, Espainiako kanpo ministerioak, Bagdadetik alde egiteko proposatu zieten, arriskutsua izan zitekeelakoan. Jon Sistiaga eta bere kamara zen Jose Cousok soilik erabaki zuten Bagdadera joandako Tele5eko kazetari guztietatik geratzea erabaki zutenak. Bi izan baldin baziren ere Bagdaden geratzea erabaki zutenak, bakarra izan zen itzultzeko aukera izan zuena. Amerikarren tropek, kazetariak zeuden hotelera begira jarri zituzten euren artileria guztiak, Hotel Palestinara begira tiro egitea erabaki zuten unean. Une horrtantxe hil zen Couso.
Artikuluaren bukaeran Hotel Palestinari buruzko dokumental interesgarri baten lehen atala txertatu dizuet. Gustatuko zaizuelakoan... TO!
"no tendríamos que pagar los casi 2.000 euros que les debíamos. Era un impuesto desorbitado que había que abonar semanalmente a unos funcionarios corruptos y que iba a unas arcas desconocidas. Nosotros estábamos ya sin dinero, y Coso siempre decía que teníamos que adoptar un perfil bajo, discreto. «No hagas preguntas en las ruedas de prensa, Jon, que no se queden con nuestras caras, que no tenemos un duro.» Lo logramos, Couso, aguantamos y no les pagamos. «Pero ¿de qué nos sirvió?», le dije a la fotografía de la acreditación, si ahora ya no podemos reírnos de nuestra hazaña, ni podemos bromear con los chicos de Antena 3, que sí que pagaron.” [Pág.: 22-23]
“… cuando la guerra que estoy cubriendo finalice o mis jefes decidan que su interés mediático ha bajado, yo volveré a mi casa, a la comodidad de la ducha, la cama, la calefacción o simplemente al cariño de los míos. Entonces me siento miserable. Porque pienso que aquellas miradas tristes de niños se quedarán atrás.” [Pág.: 29]
“Es difícil para un periodista occidental aceptar presiones intolerables de este tipo, pero así eran las reglas del juego. O las aceptabas o cubrías a la guerra desde Kuwait. En aquellas reuniones había que mostrarse sumiso, disciplinado, incluso arrepentido. Había que alimentar el ego de los interrogadores con alusiones a lo bien que estaban haciendo su trabajo o a la hospitalidad del gobierno iraquí. «Nunca dijimos la palabra dictador –confesábamos-, fue el presentador de la televisión en Madrid el que lo dijo y no volveremos a intentar grabar un misil Al Samud si no tenemos permiso oficial.» Así había que negociar. Había que jurarles que no volveríamos a grabar nada de lo que no tuviéramos autorización expresa o nada que «nuestro encantador guía»hubiera denegado. No volveríamos a ser malos… (…) Teníamos vedado el acceso a las trincheras y las únicas escenas que llegaban de acción bélica las proporcionaban los periodistas incrustados con las tropas norteamericanas.” [Pág.: 114-115]
“Por eso nuestras cámaras debía viajar siempre en el suelo de los vehículos, donde robando ninguna imagen. (…) Las crónicas que elaborábamos debían ser primero, antes de ser enviadas a España, vistas por un par de tipos que decidirían sobre la idoneidad e las imágenes. Todas las crónicas que, por ejemplo, incluyeran imágenes de los bombardeos de la noche anterior, que se supone no se podían grabar, eran irremediablemente censuradas. Todas aquellas que incluyeran algún plano que esos dos tipos malcarados (…) Las radios y los periódicos, afortunadamente, se salvaron de esta penitencia, que no acababa ahí: una vez que la cinta había pasado la prueba del censor, era marcada con un sello rojo. Cuando el periodista se acercaba a las agencias internacionales que permitían enlazar con Madrid, un tercer censor, siempre callado, siempre serio, se aseguraba que la cinta que introducíamos en el vídeo para ser enviada era en efecto la marcada por el sello rojo. El celo perseguido de los tutores quería evitar que se diera el cambiazo en el último momento y se enviara otra información.” [Pág.: 122-123]
“… el ministerio y sus funcionarios habían desaparecido y ya no tendríamos que pagar los casi 2.000 euros que les debíamos. Era un impuesto desorbitado que había que abonar semanalmente a unos funcionarios corruptos y que iba a unas arcas desconocidas. Nosotros estábamos ya sin dinero, y Coso siempre decía que teníamos que adoptar un perfil bajo, discreto. «No hagas preguntas en las ruedas de prensa, Jon, que no se queden con nuestras caras, que no tenemos un duro.» Lo logramos, Couso, aguantamos y no les pagamos. «Pero ¿de qué nos sirvió?», le dije a la fotografía de la acreditación, si ahora ya no podemos reírnos de nuestra hazaña, ni podemos bromear con los chicos de Antena 3, que sí que pagaron.” [Pág.: 22-23]
“… cuando la guerra que estoy cubriendo finalice o mis jefes decidan que su interés mediático ha bajado, yo volveré a mi casa, a la comodidad de la ducha, la cama, la calefacción o simplemente al cariño de los míos. Entonces me siento miserable. Porque pienso que aquellas miradas tristes de niños se quedarán atrás.” [Pág.: 29]
“Es difícil para un periodista occidental aceptar presiones intolerables de este tipo, pero así eran las reglas del juego. O las aceptabas o cubrías a la guerra desde Kuwait. En aquellas reuniones había que mostrarse sumiso, disciplinado, incluso arrepentido. Había que alimentar el ego de los interrogadores con alusiones a lo bien que estaban haciendo su trabajo o a la hospitalidad del gobierno iraquí. «Nunca dijimos la palabra dictador –confesábamos-, fue el presentador de la televisión en Madrid el que lo dijo y no volveremos a intentar grabar un misil Al Samud si no tenemos permiso oficial.» Así había que negociar. Había que jurarles que no volveríamos a grabar nada de lo que no tuviéramos autorización expresa o nada que «nuestro encantador guía»hubiera denegado. No volveríamos a ser malos… (…) Teníamos vedado el acceso a las trincheras y las únicas escenas que llegaban de acción bélica las proporcionaban los periodistas incrustados con las tropas norteamericanas.” [Pág.: 114-115]
“Por eso nuestras cámaras debía viajar siempre en el suelo de los vehículos, donde robando ninguna imagen. (…) Las crónicas que elaborábamos debían ser primero, antes de ser enviadas a España, vistas por un par de tipos que decidirían sobre la idoneidad e las imágenes. Todas las crónicas que, por ejemplo, incluyeran imágenes de los bombardeos de la noche anterior, que se supone no se podían grabar, eran irremediablemente censuradas. Todas aquellas que incluyeran algún plano que esos dos tipos malcarados (…) Las radios y los periódicos, afortunadamente, se salvaron de esta penitencia, que no acababa ahí: una vez que la cinta había pasado la prueba del censor, era marcada con un sello rojo. Cuando el periodista se acercaba a las agencias internacionales que permitían enlazar con Madrid, un tercer censor, siempre callado, siempre serio, se aseguraba que la cinta que introducíamos en el vídeo para ser enviada era en efecto la marcada por el sello rojo. El celo perseguido de los tutores quería evitar que se diera el cambiazo en el último momento y se enviara otra información.” [Pág.: 122-123]
“… el ministerio y sus funcionarios habían desaparecido y ya no tendríamos que pagar los casi 2.000 euros que les debíamos. Era un impuesto desorbitado que había que abonar semanalmente a unos funcionarios corruptos y que iba a unas arcas desconocidas. Nosotros estábamos ya sin dinero, y Coso siempre decía que teníamos que adoptar un perfil bajo, discreto. «No hagas preguntas en las ruedas de prensa, Jon, que no se queden con nuestras caras, que no tenemos un duro.» Lo logramos, Couso, aguantamos y no les pagamos. «Pero ¿de qué nos sirvió?», le dije a la fotografía de la acreditación, si ahora ya no podemos reírnos de nuestra hazaña, ni podemos bromear con los chicos de Antena 3, que sí que pagaron.” [Pág.: 22-23]
“… cuando la guerra que estoy cubriendo finalice o mis jefes decidan que su interés mediático ha bajado, yo volveré a mi casa, a la comodidad de la ducha, la cama, la calefacción o simplemente al cariño de los míos. Entonces me siento miserable. Porque pienso que aquellas miradas tristes de niños se quedarán atrás.” [Pág.: 29]
“Es difícil para un periodista occidental aceptar presiones intolerables de este tipo, pero así eran las reglas del juego. O las aceptabas o cubrías a la guerra desde Kuwait. En aquellas reuniones había que mostrarse sumiso, disciplinado, incluso arrepentido. Había que alimentar el ego de los interrogadores con alusiones a lo bien que estaban haciendo su trabajo o a la hospitalidad del gobierno iraquí. «Nunca dijimos la palabra dictador –confesábamos-, fue el presentador de la televisión en Madrid el que lo dijo y no volveremos a intentar grabar un misil Al Samud si no tenemos permiso oficial.» Así había que negociar. Había que jurarles que no volveríamos a grabar nada de lo que no tuviéramos autorización expresa o nada que «nuestro encantador guía»hubiera denegado. No volveríamos a ser malos… (…) Teníamos vedado el acceso a las trincheras y las únicas escenas que llegaban de acción bélica las proporcionaban los periodistas incrustados con las tropas norteamericanas.” [Pág.: 114-115]
“Por eso nuestras cámaras debía viajar siempre en el suelo de los vehículos, donde robando ninguna imagen. (…) Las crónicas que elaborábamos debían ser primero, antes de ser enviadas a España, vistas por un par de tipos que decidirían sobre la idoneidad e las imágenes. Todas las crónicas que, por ejemplo, incluyeran imágenes de los bombardeos de la noche anterior, que se supone no se podían grabar, eran irremediablemente censuradas. Todas aquellas que incluyeran algún plano que esos dos tipos malcarados (…) Las radios y los periódicos, afortunadamente, se salvaron de esta penitencia, que no acababa ahí: una vez que la cinta había pasado la prueba del censor, era marcada con un sello rojo. Cuando el periodista se acercaba a las agencias internacionales que permitían enlazar con Madrid, un tercer censor, siempre callado, siempre serio, se aseguraba que la cinta que introducíamos en el vídeo para ser enviada era en efecto la marcada por el sello rojo. El celo perseguido de los tutores quería evitar que se diera el cambiazo en el último momento y se enviara otra información.” [Pág.: 122-123]
sábado, 9 de enero de 2010
'El conquistador del fin del mundo' itzuliko da gaur ETB2 katera
